Distintos modelos de Arpa Europea

El arpa ha sufrido en sus propias carnes el roce del paso de la historia, por lo que su método de construcción ha sido siempre variado dependiendo del factor geográfico.

En las arpas irlandesas era fabricada en un solo bloque de madera de picea, encina o sauce, la columna era muy curvada y tenia hasta 28 cuerdas metálicas. Para su práctica se sujetaba sobre la cadera y se apoyaba sobre el hombro izquierdo. Su delicada pulsación exigía que cada cuerda fuera apagada antes de excitar la siguiente, la mano izquierda tocaba los agudos y la derecha los graves, y siempre con las uñas, las cuales debían dejarse largas y fuertes. El instrumento fue famoso especialmente por la belleza de su timbre.

El arpa celta actual, de origen galés, dispone de 4 octavas – 32 o 34 cuerdas de nylon que sustituyen por lo general a las de tripa -, su afinación es diatónica pero pueden tener debajo de las clavijas unas paletas giratorias que suben un semitono estirando la cuerda. En la actualidad su aceptación es tan grande que ha provocado su fabricación casi industrial en lugares como Londres, Paris y Tokio.
Artesanalmente hablando, las maderas comunes en su construcción varían dependiendo de los gustos del luthier, pero me aventuro a engalonar la importancia del arce, cerezo, caoba y sapelly para cuello y pilar, haya para la caja de sonido y coníferas de fibra rectas para tabla harmónica ( pino de oregon, cedro canadiense etc.
Hasta a una tonelada de presión pueden verse sometidas estas partes por la tensión de las cuerdas, por lo que asume mucha importancia los refuerzos de hierro, latón y acero en las zonas mas expuestas (al mismo tiempo que sirven para embellecer el instrumento). Por otra parte, como la naturaleza ha sufrido tristemente cambios negativos en su entorno, encontrar maderas en estado óptimo para la construcción de arpas cada vez es más difícil. El cuello o cónsola ( donde incrustamos las clavijas de afinación) está sometido al riesgo de alabeo, por lo que muchos constructores preferimos conseguir el grosor necesario mediante la unión de placas de madera con la fibra cruzada aumentando así su resistencia a dominarse. Es un método más típico en arpas grandes como la ministrel y el arpa de orquesta.

Antes del Arpa moderna, el arpa europea se dividía en dos grandes modelos:

- Arpa medieval, de origen irlandés también conocida como arpa Bárdica. No superior a los 75 cm de alta y de afinación diatónica, cuerdas metálicas, ornamentalmente rica en tallas, dibujos e incrustaciones de metal. En la actualidad aun tenemos dos ejemplos claros, uno es el arpa del rey Brian Boru ( muerto en 1014) que podemos encontrar en el museo de Dublín, y otra es el arpa de la reina Mary de escocia, en el museo nacional de Edimburgo.

- Arpa celta ( de origen galés. Puede tener hasta 105 cm de altura, 34 cuerdas y con la posibilidad de incorporar sistemas de semitonos.
Ambas tienen el pilar curvado y su caja de resonancia se ensancha en las cuerdas graves. Como consecuencia de cambiar el pilar curvado del arpa celta por uno recto surge el arpa Minstrel, cuyas formas inspiraron a los constructores de las arpas modernas de concierto. En esta última la colocación de sistemas de semitonos es ya habitual y sus dimensiones aumentan.


El arpa medieval era diatónica, y el arpa moderna, por el contrario, nació con los primeros intentos de cromatismo que la evolución de la música occidental exigía. Los primeros intentos surgieron de los talleres de luthiers irlandeses en el siglo XVI, que proveyeron al arpa de una doble fila de cuerdas. En el siglo XVII se incorpora una tercera fila, la 1ª la 3ª fila eran diatónicas ( 29 cuerdas cada fila) mientras que la 2ª fila, con 20 cuerdas, estaba reservada para los semitonos.

A mediados del XVII unos constructores tiroleses inventaron el arpa de ganchos, con los cuales era posible estirar la cuerda y subirla un semitono. En esta época fueron muchos los mecanismos incorporados para subir el tono, pero todos accionados manualmente, y claro está, debía de hacerse antes de empezar la interpretación.
Pero a finales del XVII, un luthier bávaro, fabricó la primera arpa con pedales que, situado a ambos lados del soporte del instrumento, estaban unidos a los ganchos fijos de la cónsola mediante un sistema de transmisión. Eran 7 los pedales, correspondientes a los 7 grados de la escala musical, y para cuyo instrumento Mozart escribió su concierto para “flauta y arpa”en 1778. A raíz del descubrimiento se inspiraron numerosas ideas cada cual más estrafalarias para ampliar las posibilidades del arpa ( como fue la colocación de doble número de pedales y sordinas), pero el mayor éxito lo obtuvo S. Erard en 1811.
Erard presentó el modelo llamado de “doble acción”, que con ligeras modificaciones posteriores, es la que se usa normalmente en la actualidad.
Los pedales se hallan unidos a unos listones de acero que se introducen en la columna, estos terminan en un mecanismo situado en la cónsola que a su vez está formada por varias capas de sicómoro y serbal. Dicho mecanismo, muy elaborado, lleva dos sistemas de horquillas, discos provistos de tornillos ajustables entre los cuales pasa la cuerda. Cuando un pedal –llamado de doble acción – se suelta( posición de reposo en la muesca superior), la cuerda pasa libre entre los tornillos ( bemol); enganchado en la muesca intermedia, el pedal imprime a los discos una revolución parcial que produce el 1ª semitono ( becuadro); enganchado en la muesca inferior, el pedal provoca la continuación del movimiento, lo cual da lugar al 2ª semitono (sostenido). Cada uno de los 7 pedales actúa sobre todas las octavas de una misma escala, pudiendo ser accionado dos veces, subiendo sucesivamente un semitono en todas las notas de la misma tonalidad.
Ahora el número de cuerdas se eleva a 46 y son de clases diferentes. Hay 35 en el registro medio y agudo que son de tripa de carnero, en tanto que las 11 restantes son de alpaca o cobre ( entorchadas en acero) para el registro grave. La extensión es de 6 octavas y media ( de C bemol 1 a G# 6): esta es la extensión más amplia después del órgano y el piano.

Autor: Germán Ocaña